domingo, 17 de diciembre de 2023

MONUMENTO A LA YOGUINI DESCONOCIDA

Para ir directo al grano diré algo que siempre has intuido desde el fondo de tus adentros y, con todo, te volará la cabeza: una parte de los textos antiguos del Yoga, incluyendo algunos de los más conocidos, es obra de mujeres. Lee este artículo hasta el final que te lo explico, nos dice Joaquín G. Weil, que además nos recomienda compartir en redes sociales.

Iba a titularlo “Grandes yoguinis de la historia”, que tal vez hubiera tenido más realce, si bien he preferido ser más justo y dedicárselo a las yoguinis desconocidas, que luego seguido explico quiénes son, y a las cuales tantas esculturas están dedicadas no sólo en India, sino en otros países de Asia. Dado que la mayoría de los practicantes de yoga hoy en día son mujeres, estas referencias femeninas, además de ser ciertas, son necesarias y como tales es de justicia desvelarlas y reconocerlas. Este es uno de los “grandes elefantes ocultos en el templo del yoga”. a los que también hago referencia en mi artículo sobre la fábula de los “yoguis ciegos”.

Como bien apunta Naren Herrero en su reciente libro, el yoga tiene un fuerte componente femenino. Después de haber estudiado diversos aspectos filosóficos, culturales y espirituales del yoga a través de su larga historia, diré incluso más: una de las características básicas de la tradición del yoga es su apertura hacia lo femenino, que es única en diversas épocas y lugares. Esta presencia femenina en el yoga tiene momentos particularmente brillantes, tal como en su mismo origen literario en el yoga upanishádico, y luego más acentuado todavía en el movimiento tántrico y en el hatha yoga clásico. Y no sólo eso, sino que además la feminidad del yoga tiene un componente singular dentro de lo que podamos considerar por tal, y es que, en la tradición del yoga, y luego pondré algunos ejemplos, la feminidad se concibe en unión sinérgica con lo masculino, como una suma de fuerzas dentro de la persona y entre las personas, muy alejado de algunas formas de feminismo adversativo que acontecen en nuestros días.

Esta unión mística de lo masculino y lo femenino, como suma consciencial se encuadra dentro del concepto de “sama yoga”, que es un término reiterativo o pleonástico, pues si la palabra “yoga” significa unión en alguna de sus acepciones, también «sama» significa lo mismo, por la conexión indoeuropea, en relación con nuestra palabra “suma”. Y que viene a ser una fusión sinérgica de principios aparentemente antitéticos, como pueda ser el sol y la luna (ha-tha), los dos canales energéticos complementarios de nuestro cuerpo, que son ida y pingala, el hombre y la mujer, la energía masculina y la femenina dentro de la persona, simbolizada por el matrimonio sagrado entre Shiva y Shakti.

La diosa budista Tara, la sabiduría victoriosa (Jina-Prajna Tara)


Culto a lo femenino

Dentro de la Inidia medieval hubo un movimiento espiritual y cultural conocido como “el culto a las yoguinis”. Ésta tan desconocida corriente artística y espiritual era bien singular dentro de los diversos movimientos culturales del subcontinente indio, y hasta tenía sus maneras específicas y únicas de construir templos (hípetros). Y, aunque hoy olvidado y sin una continuidad tradicional, podemos suponerle unos determinados rituales e ideario centrados, como el nombre sugiere, en las yoguinis, que eran representadas a lo largo de una suerte de soportal a cielo abierto, mirando todas ellas a un santuario central dedicado a Shiva. El shivaismo siempre tuvo este componente de culto a lo femenino, y de modo místico a la unión de lo femenino y lo masculino, sobre todo dentro del hatha y el tantrismo, aunque venía desde muy antiguo simbolizado en la imagen y forma del yoni-lingam, que representaba la unión entre la vagina sagrada de la diosa y el itifalo del dios.

Si este artículo se hubiera titulado “grandes yoguinis de la historia”, hubiera tenido que mencionar a las pioneras del yoga upanishádico como Gargi Vachaknavi, Vadava Pratitheyi y Sulabha Maitreyi; también en cuanto a lo literario, tal vez con una referencia histórica real, nombrar a la Sulabha del Mokshadharma y a la Chudala del Yoga Vasishtha; recordar también a las grandes yoguinis del medievo, Muktabai y Lalleshwari; dentro del budismo de Cachemira las célebres Niguma y Sukhasiddhi y, en el Tíbet, a Yeshe Tsogyal, conocida en sánscrito como Jñanasagara “Océano de Sabiduría”, considerada “madre del budismo tibetano”. Y muchas otras. Y toda esta presencia de las mujeres en la tradición del yoga se refleja además en una cultura de lo femenino presente, además del ya aludido “culto a las yoguinis”, en otras manifestaciones que no caben en el espacio de un artículo.

Si bien, en este breve texto quiero traer el foco al hecho de que una de las peculiaridades de la larga tradición del yoga es su característica creación colectiva y, en gran medida, anónima. Me explico, mientras otras corrientes están fundadas o refundadas por alguna personalidad histórica que, en ocasiones, le da incluso nombre, como en el budismo de Buda, y también el jainismo de Mahavira, el advaita de Adi Shankara y, antes que todo eso, el Samkhya de Kapila. En el yoga, por su parte, aunque conocemos alguna de sus personalidades más relevantes, hay muchos otros creadores o contribuidores a la tradición de quienes no sabemos ni el nombre. Si, al menos, una parte de la tradición yóguica ha sido creada por mujeres cuyo nombre nos consta, podemos deducir con tranquilidad que en la misma proporción, y aún más, la parte anónima de la tradición del yoga es obra de mujeres, estas son las yoguinis desconocidas, a las que alude el título. Y es algo que puede además deducirse por las características culturales e ideológicas del yoga en general y de alguna de sus tradiciones en particular, como en el tantra o el hatha, donde el culto a las divinidades femeninas es un elemento básico, y donde algunas técnicas como la meditación en el útero energético o garbha, o en el yoni, tienen un palmario componente femenino. Y no es descabellado tampoco deducir que los textos que expresan diálogos entre un maestro y una maestra, como el Yoga Yajñavalkya, o entre un dios y una diosa, Shiva-Shakti, sean en efecto, una creación dual de un matrimonio sagrado, un hombre y una mujer al alimón (sepan los que han de saber).

Se me podrá argüir que no hay pruebas o documentación de esto, pero tampoco la hay de la asunción consciente o inconsciente o el prejuicio inverosímil, aunque casi unánime, de que todos los textos de yoga son una creación puramente masculina.

El componente femenino de la tradición del yoga llega hasta nuestros días, pues está en la raíz del surgimiento del yoga postural contemporáneo a finales del siglo XIX y principios del XX, si bien esto ya es otra historia que las personas interesadas pueden leer en mi libro Breve historia y filosofía del yoga, desde sus orígenes en el valle del Indo hasta el yoga postural contemporáneo y el mindfulnes.

Si tienes alguna conocida yoguini, por favor, reenvíale este artículo dedicado a las yoguinis desconocidas (lo siento, no he podido sustraerme al juego de palabras que casi ha surgido por sí mismo), probablemente también le interesará y te lo agradecerá.  

@yogamalaga

Joaquín G. Weil es autor del Breve historia y filosofía del yoga. Centro de Yogamálaga.

 

miércoles, 27 de septiembre de 2023

EL EJERCICIO FÍSICO Y SALUD

 EL EJERCICIO FÍSICO MODULA EL AMBIENTE TUMORAL

La progresión tumoral viene determinada en gran medida por el ambiente tumoral. El microentorno del tumor se caracteriza por tener una vascularización disfuncional que provoca que el flujo sanguíneo sea heterogéneo y haya zonas hipóxicas, es decir, con poco oxígeno. Además, la migración de células inmunitarias (NK, linfocitos T) disminuye, aumentando la presencia de macrófagos asociados al tumor. Este proceso acelerará el crecimiento tumoral.

La composición del microambiente del tumor es altamente plástica y se puede modificar a través del estilo de vida. Así, el sedentarismo se asocia con una concentración elevada en sangre de factores de crecimiento, hormonas y citocinas pro-inflamatorias (IL-6, TNFα, proteína C reactiva) perpetuando un ambiente inflamatorio de bajo grado que acelera los procesos tumorales. Por el contrario, el ejercicio estimula la regulación autocrina, paracrina y endocrina de diferentes órganos mediante la secreción de diferentes miocinas y hormonas que inducen un ambiente anti-inflamatorio sistémico y antitumoral. El ejercicio es capaz de modular el ambiente del tumor mejorando los procesos de angiogénesis no patológica, incrementando así la vascularización y perfusión tumoral, lo que reduce la hipoxia en el microentorno del tumor. Además, promueve la infiltración de células inmunes antitumorales (NK, linfocitos T y macrófagos M1) y reduce la inflamación de bajo grado. Esta reprogramación del ambiente tumoral por el ejercicio se relaciona con una reducción del riesgo de desarrollar varios tipos de cáncer, así como con la mejora del pronóstico durante el tratamiento de la enfermedad.


REFERENCIA

·          Actividad FísicaFisiologíaSalud /por Adrián Castillo García

·          Koelwyn, G. J., Quail, D. F., Zhang, X., White, R. M., & Jones, L. W. (2017). Exercise-dependent regulation of the tumour microenvironment. Nature Reviews Cancer17(10), 620.

miércoles, 14 de junio de 2023

Un estudio científico revela por qué los habitantes de las montañas viven más y mejor


Un estudio científico demostró que la leve restricción al oxígeno puede prolongar la vida de los mamíferos y retrasar la neurodegeneración. Los autores del estudio resumen que esta sería una de las razones por las que las poblaciones que habitan a mayor altitud suelen vivir más y gozar de mejor estado de salud a medida que envejecen.



    Existen evidencias de que vivir a mayor altitud alarga la vida de los seres humanos. Científicos de la Facultad de Medicina de Harvard querían saber por qué las personas que viven a mayor altitud tienden a prolongar su vida en comparación con los que viven cerca del nivel del mar. Su estudio comprobó que restringir el flujo de oxígeno prolongaba significativamente la esperanza de vida.
   Para demostrarlo, los investigadores colocaron ratones en dos cámaras. Un grupo de animales estaba en una cámara con niveles habituales de oxígeno, mientras otro estaba en una sección con un nivel de oxígeno equivalente al del monte Everest.
   El grupo de ratones con el oxígeno restringido vivió, de media, 24 semanas, frente a las 16 semanas de los que experimentaron niveles normales de oxígeno. Los científicos descubrieron que la esperanza de vida máxima delos ratones con restricción de oxígeno era aproximadamente era un 30% mayor Los especialistas también observaron que los ratones con restricción de oxígeno conservaban la función neurológica durante más tiempo.
   Los estudios epidemiológicos insinuaron que las poblaciones que viven a mayor altitud tienden a vivir más y a mantenerse más sanas a medida que envejecen. “Queríamos comprobar si en un entorno más controlado la restricción de oxígeno parece hacer lo mismo en nuestro modelo de envejecimiento en ratones”, afirmó el autor principal de la investigación, Vamsi Mootha.
   Los especialistas no redujeron la presión atmosférica dela cámara restringida de oxígeno. En su lugar, desplazaron parte del oxígeno con gas nitrógeno.
   “Futuros estudios deberían examinar si la restricción de oxígeno puede prolongar de forma similar la vida en ratones de tipo salvaje, deberían tratar de definir qué mecanismos podrían ser responsables de los efectos prolongadores de la vida del oxígeno restringido y determinar si estos mecanismos afectan a todos los órganos”, señaló el autor del estudio, Robert Rogers.
   Asimismo, los investigadores informaron que la hipoxia crónica continua no repercutió en la ingesta de alimentos ni afectó significativamente a los marcadores del ADN o senescencia.
   “Hasta donde sabemos, es el primer estudio que demuestra que la restricción de oxígeno puede prolongar la vida en un modelo de envejecimiento en mamíferos”, manifestaron los autores.
   En 2011, los Institutos Nacionales de Salud publicaron datos según los cuales los hombres que viven a 1.500 metros sobre el nivel del mar viven una media de 1,2 a 3,6 años más que los que viven a menos de 100 metros del nivel del mar. Las mujeres que viven a gran altitud viven una media de 0,5 a 2,5 años más.